Sin embargo, no fue hasta 2011 cuando tomó más fuerza al empezar a ser incorporada en los celulares y como una nueva forma de hacer más seguros los pagos.Pero la popularización de las “wallets” o billeteras electrónicas las han transformado en una nueva arista de los ciberataques, en los que grandes cantidades de dinero son retirados virtualmente de los bancos y depositados en la nube sin poder ser rastreados.
Frente a esto, la seguridad de los datos ha tenido que ser una prioridad para las entidades financieras, quienes ya no solo tienen que combatir la clonación de las tarjetas, sino la filtración de millones de datos de clientes en cosa de segundos y desde ubicaciones remotas.
Es así como la privacidad de las conexiones a Internet y de los dispositivos usados para ello se volvieron talones de aquiles para el dinero virtual de los bancos, teniendo que recurrir a verdaderos ejércitos de expertos tecnológicos como parte vital del equipo bancario.
Para combatir estos ataques de manera efectiva, las instituciones financieras han estado en una búsqueda constante de nuevas tecnologías que aumenten las medidas de seguridad de sus sistemas, tanto a nivel de usuario final como de sus procesos internos.
El hackeo al Banco de Chile en 2018 dejó en evidencia que no solo son los usuarios quienes deben resguardar su seguridad cibernética, sino también los trabajadores de las sucursales bancarias, quienes pueden abrir las puertas a un ataque tan solo haciendo click en un correo electrónico.
Así como la tecnología puede ser un aliado valioso para las empresas de todos los rangos, también, puede ser el enemigo más poderoso para ellas, si no se mantiene una estricta política de actualización y capacitación en cada ámbito de los procesos financieros.
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